Imaginad un mundo sin situaciones hipotéticas.
Imaginad como habría sido vuestra percepción del vino, o vuestra historia en él, sin aquellos vinos que os han marcado. Sin aquellos vinos que han supuesto un salto significativo en el modo en que lo veis, lo vivís y lo bebéis.
Cuando comencé a beber vino hubo algunos de ellos que me hicieron preguntarme si el vino, tal y como lo había conocido hasta entonces, escondía más y mejores experiencias. Estaba acostumbrado a ver el vino como algo que se vendía en garrafas y no escondía otra cosa que un líquido de carácter pre-avinagrado. Es comprensible que con estos mimbres aborreciera el vino.
No obstante hace algunos años algunos vinos supusieron para mi un cambio importante, pues eran totalmente distintos a todo lo que yo había probado, si bien, con el poso que deja el tiempo uno es consciente de que no eran vinos como para llevarse las manos a la cabeza. Eran tiempos en los que probé mis primeros CVNE y Pesquera. Posteriormente llegaron otros que plantaron en mi la semilla de la curiosidad y la sensación de que en esto del vino había algo que no me podía perder por más tiempo. Recuerdo las sensaciones que me despertaron los Viñas del Vero Gran Vos y Gewürztraminer, algún Viña Ijalba, El Dorado de Murrieta, Milflores, Marqués de Riscal, Azpilicueta…. Comencé a aprender, paso a paso y en la medida de mis posibilidad. Beber, leer, encontrar algunos foros en los que aun continúo. Incluso recuerdo haberle preguntado desde alguna web a Custodio Zamarra, sin tener ni la más remota idea de quien era este señor.
Pese a todo esto continuaba sin tener claro si todo este aparente esfuerzo de aprendizaje merecía la pena. Llegó entonces un vino que cambió mi forma de ver el vino. Era totalmente distinto a lo que había probado hasta la fecha. Se trataba de un Bürklin-Wolf Riesling Trocken. Supuso un salto cuántico y revelador para mi; un vino totalmente distinto a lo que había probado hasta la fecha. Enorme espinazo de acidez, firme, estimulante…
Después de este ha habido muchos vinos más, pero este vino fue «el primero»; fue aquel que supuso un cambio importante y realmente significativo en mi vida enopática. El segundo fue el enorme López de Heredia Gran Reserva Blanco 1964. Para este, sencillamente, me quedo sin calificativos, pero volvamos al anterior.
Muchas cosechas después he vuelto a beber el vino que supuso para mi un antes y un después, esta vez de la añada 2006. Ahora os pondré la nota de cata correspondiente, pero valga como adelanto que lo he encontrado absolutamente distinto a aquel que someramente os he descrito antes. ¿Él es distinto? ¿lo soy yo? Sí, no, tal vez, no lo sé… Lo que sí es cierto es que ha sido como reencontrarse con aquel profesor del colegio que hizo que te interesaras por una determinada materia y que encaminó, en cierto modo, tu vida futura. Os dejo con la nota de cata:
– Dr. Bürklin-Wolf Riesling Trocken 2006 (11.6 EUR)
Tiene aspecto de aceite de girasol. Fruta carnosa como melocotón, albaricoque y flores blancas, de las que me recuerdan al Galán de Medianoche. Tiende hacia el toque dulce sin llegar a él, con un paso más oleoso y gordo de lo que esperaba y recordaba. Muy agradable con una lubina a la veracruzana. Razonable RCP.
Imaginad, entonces, vuestra vida sin esos «vuestros vinos».
Post dedicado a todos aquellos que luchan por el correcto uso del imperativo, haciendo frente a la inexcusable e inmisericorde plaga del infinitivo.
Nota: La fotografía proviene de la web de Bürklin-Wolf y corresponde al paraje de Kirchenstück. Al fondo, la Kirche y en primer plano, el Stück 😉