El primer día de nuestro viaje al Loira, prometía ser intenso. Por la mañana visita a la feria organizada por Nicolas Joly en Angers y por la tarde visita a las cavernas del castillo del Chateau de Bréze. Biodinamicos y/o naturales, ese iba a ser el tema del día. He de reconocer que disfruté bastante de los vinos probados. Una de las cosas que me gustan de estos vinos, es la capacidad de sorprender, aunque eso si, no siempre gratamente. Me parece perfecto que los elaboradores se encaminen a una agricultura más “natural”, huyendo de los excesivos tratamientos del pasado para conseguir mayores rendimientos y esterilizar la viña para no perder un solo grano de uva. Parece un camino lógico a seguir de cara a mejorar la calidad de la uva. Pero una vez entra la uva en la bodega… comienza la elaboración del vino. Y quiero decir del vino, no vinagre ni sidra. El producto final ha de ser vino. Si no sale vino, es que algo ha funcionado mal en el proceso. Por supuesto cada uno es libre de elaborar el vino como más le guste. Mi comentario no va en contra de los denominados vinos naturales. Mi comentario va encaminado más hacia una cierta autocomplacencia y falta de autocrítica a la hora de elaborarlos. “Ha salido así porque es lo que da la viña” “Yo no manipulo los vinos, es lo que ha salido”. Muy bien. Pero haces vino. Recoges las uvas, las fermentas en unos depósitos, lo embotellas… es un proceso y te guste o no, estas manipulando las uvas para obtener un producto. Hay vinos naturales que están muy buenos. Por tanto hacer este tipo de vino es posible y puede producir resultados muy satisfactorios. Hay que buscar esos buenos resultados, sobretodo por propio bien de los vinos naturales.
Quien me conoce bien, sabrá que me he quejado muchas veces de la homogeneidad y la internacionalización en los vinos. Prácticas enológicas y la búsqueda de mercados concretos han contribuido a que vinos que por clima y variedad de uva deberían ser distintos, acaben siendo demasiado similares. Pueden ser muy correctos, pueden incluso estar buenos. Pero a la larga esto conduce al aburrimiento. Mis motivaciones al descorchar una botella de vino no son las mismas que al abrir una botella de Coca-Cola.
La Renaissance des AOC, es el sugerente título que parece expresar el deseo de volver a otorgar su significado original al concepto de denominación de origen. Para ello en su web, se recomiendan ciertas prácticas, que me parecen muy interesantes y deseables, de cara a que los vinos vuelvan a diferenciarse y expresen su procedencia.
Ya. Pero una cosa son las intenciones y otra muy distinta, los resultados. En estas dos ferias probamos muchos vinos, de distintos países, regiones y variedades. Y resulta que encontré un buen puñado de vinos, de los elaborados sin nada de sulfuroso añadido, que también acababan dando perfiles aromáticos similares, con notas volátiles y de fermentación no demasiado limpia, quizás demasiado dominantes en muchos casos. Y estas notas eran comunes y muy parecidas en todos los casos, con lo que de nuevo, una Syrah se parecía mucho a una Gamay o a una Pinot Noir, que su vez era clavada a una Nebbiolo o una Garnacha. Con lo que buscando la tipicidad acabamos de nuevo con que el modo de elaboración que por muy natural que sea, acaba imponiéndose al terroir.
Y vamos con los vinos. 108 bodegas en La Renaissance des AOC y posiblemente otras tantas en Back to the Roots… no probamos todo, pero de todas formas trataré de ser escueto.
Mas Estela, Diego Soto, Empordà. La única bodega española invitada. Muy interesantes estos vinos cuyas viñas están situadas en los alrededores de La Selva de Mar, en la vertiente norte del Cabo de Creus. Blancos salinos, frescos y bien enfocados. Garnachas y cariñenas muy ricas para los tintos. Recomendables.
Stefano Bellotti, Cascina Degli Ulivi, Italia. Interesante rato pasamos con Stefano y sus originales vinos. Sobretodo muy ricos y originales los blancos, principalmente de la uva Cortese recordaba alguno a los vinos de Movia. Los tintos… sufrían de lo que hablo unas lineas mas arriba, los aromas de fermentación se imponían demasiado. En boca de todos modos muy ricos, unos Barbera del Piemonte con gran frescura y acidez. Acabamos con las últimas gotas de un Passito que estaba para relamerse.
Raimond de Villeneuve, Chateau de Roquefort, Provence. Aquí probamos unos cuantos vinos de La Provenza basados en Garnacha, Cariñena, Syrah y Monastrell, rusticos y bastante tánicos, muy faltos de botella. Eso si, pasamos un buen rato mientras catábamos 😉
Françoise Bedel, Champagne. Estos Champagnes basados en la Pinot Meunier siempre me han gustado, sobretodo en su versión sin dosage. Los básicos 2003 muy ricos, maduros, pero con una correctísima acidez, el Cel et Terre mas goloso, con muy buena acidez y un final muy mineral. L’Âme de la Terre 1998 vinoso y complejo, muy rico. Hubiese preferido llevarme la botella y bebérmela comiendo que solo catarlo brevemente.
Dominique Moreau, Champagne Courtin. Champagne basado en Pinot Noir de la Côte des Bars. Rico y fresco el Efflorescence, más fino y complejo el Résonance que fermenta parcialmente en barricas. Bastante minerales ambos.
Jean Etienne Pignier, Domaine Pignier, Jura. Una razón más para estar enamorado de esta región vinícola. Frescos y ligeros los tintos de Trousseau y Polusard. Muy interesante el chardonnay à la Percenette, tremendamente calizo y mineral. Los Savagnin con crianza biológica magníficos y equilibrados. En casa hace poco disfrutamos de una botella del Cellier des Chartreux, un chardonnay que se cría tres años en barricas bajo velo de flor. Es un estilo de vino que debería tener siempre en casa a mano. Y terminamos con un Vin Jeaune 2002 que pasa seis años bajo velo de flor y que es un auténtico placer para los sentidos.
Michèle Aubery, Domaine Gramenon. Toda la gama de la bodega a muy buen nivel. Accesible y agradable el Sierra du Sud, muy syrah, floral, especiado y cárnico, La Sagesse más fruta roja madura, casis, potente en boca, pero con equilibrio y buena acidez, muy rica Garnacha. No pudimos probar La Mémé, ya habrá ocasión, ya que estos vinos no son nada caros para su gran calidad.
Mathieu Barret, Domaine du Coulet, Cornas. Muy buenos syrah de esta interesante AOC. En 2008 la cosecha fue muy escasa y no pudieron elaborar las distintas cuvées por separado, de forma que se ha embotellado un Cornas rico, aunque quizás algo ligero para lo que cabe esperar de estos vinos. Los 2007 impresionantes, sobretodo ese espectacular Billes Noires, elaborado con las cepas mas altas de la parcela, donde el viento mueve los racimos sacándoles brillo, de ahí el nombre de “canicas negras”.
David Reynaud, Domaine Les Bruyeres, Crozes Hermitage. Los vinos básicos me parecieron muy interesantes, aceituna negra, especiados, frescos y agradables en boca para beber ya. Las cuvées supueriores mas complicadas, mucha tanicidad y rusticidad, posiblemente la botella los dome un poco.
Stanislas Wallut, Domaine de Villeneuve. Interesantes vinos de Chateauneuf-du-Pape, equilibrados y frescos, sin excesos de maduración ni de maderas. El vieilles vignes especialmente profundo y mineral.
Probamos después un par de Burdeos que estaban intratables, animales y tánicos a rabiar. No tomé notas, así que no doy nombres.
Christophe Ehrhart, Domaine Josmeyer. Vinos conocidos, pero siempre es buena ocasión para volver a probar a uno de mis productores alsacianos preferidos. Muy interesante la comparación de sus Premieur Cru Hengst y Brand, así como las diferencias de la Riesling a la Pinot Gris o a la Gewürtztraminer. Personalmente me quedo con los Riesling y en concreto de Brand, los encuentro más “alemanes”, más elegantes minerales y finos. Mientras que los vinos de Hengst eran más voluptuosos, frutales e intensos en nariz, pero también más alcohólicos, sobretodo en la versión Pinot Gris y Gewürtz.
Domaine Giboulot. Borgoñas muy agradables en este productor de Beaune. El genérico blanco 2008 rico y con marcada acidez. Interesantes tintos, sobretodo un Pomard y un 1er cru de Beaune con muy buena fruta.
Marc Guillemot. De nuevo amor a primera vista con estos ricos Macon-Villages. Vinos equilibrados y con una frutalidad casi masticable. Otro que ya he consumido en casa. Cuando abrimos la botella, se hizo realmente corta durante la cena. Repetiré.
Dominique Derain. Los blancos de chardonnay algo licorosos, minerales en boca, pero me resultaron un poco cargantes. Mejor el Saint Aubin. Los tintos mucho mejor. Un Mercurey con unas notas de cereza ácida bien rico y un Saint Aubin tinto que recordaba a los vinos de Pacalet, fresco y frutal.
Domaine Trapet. Delicioso Gevrey-Chambertin 2007, sobretodo en nariz, donde se mostraba terroso, con un puntito cárnico y con buena fruta. En boca un chaval, con los taninos por domesticar. Capítulo aparte el Chambertin 2007, con una nariz compleja, en boca estaba muy sabroso, con el tanino presente pero nada molesto, en equilibrio. Largo final, se bebía de maravilla. Este no lo escupí…
Domaine des Huards. Estos vinos de Cheverny y Cour-Cheverny… no acabaron de convencerme. Nariz correcta, pero con el alcohol no muy equilibrado en boca y una amargosidad algo molesta.
Clos Roche Blanche. Deliciosos vinos de sauvignon blanc, algunos recién salidos de las barricas, pero con una boca espectacular. Los tintos también muy ricos, especialmente el gamay. El cot algo mas arisco, con ese tanino habitual de la variedad.
La Coulée d’Ambrosia. Vinos curiosos, aunque con volátiles algo elevadas. Un original Eureka que nos recordaba al Patio blanco de Sabuel pero en versión petillant. El chenin blanc seco no me convenció, demasiado “natural” con unas notas de geranio nada agradables. Mas interesante el O2, un vino, oxidado, como era de esperar del nombre. Se cría bajo velo de flor durante 36 meses, para dar una chenin interesante, con un ligero azúcar residual, que no le va mal a las notas de frutos secos. El Douceur Angevine es un vino de chenin botritizada, muy oscuro de color, pero muy rico, con notas amieladas y de higos secos y buena acidez en boca.
Olivier Pithon. Rico productor del Roussillon donde probamos el Laïs blanco, algo corto en nariz. Mucho mejor el D-18 (en honor a la carretera que pasa por el viñedo), donde la garnacha blanca y gris, con su alegre nariz floral y su frescura parecen mezclar el monte y la brisa mediterránea. Muy rico el Laïs tinto, fresco y frutal. Le Pilou es el producto de cariñenas de mas de 100 años. Un vino profundo, algo cerrado en nariz, pero con frescura y equilibrio en boca. Buenos vinos.
Había mucho mas vino del Loira, pero dado que nos esperaban 2 días de vino del Loira, poco mas probamos. Imposible acercarse a Marc Angeli, que tenía el stand en una esquina siempre saturada de gente. Bueno, al menos los vinos ya los conocíamos. Era mas fácil acceder a la mesa de Joly… pero para la miseria que ponían en la copa, mejor no hacerlo (algunos pensamos que era el envinado y lo tiramos en la escupidera ante la estupefacta mirada del que estaba sirviendo el vino, ridículo). Tampoco pudimos acercarnos a Didier Barral (Leon Barral), siempre saturada de gente su mesa.
De aquí cogimos y nos fuimos al Chateau de Bréze, donde en las cuevas del castillo nos esperaba “Back to the Roots”. Pero lo de esa sesión lo dejo para otra entrada, que esto ya es bastante largo.
Se han planteado hasta ahora muchos debates en torno a los vinos naturales y todos han sido bastante estériles, cuando no polémicos. No aporta nada la negación de una forma de elaborar que trata sencillamente de disminuir al mínimo imprescindible el intervencionismo y de no usar productos que sienten mal al organismo.
El tema es si con esa forma de trabajar se consiguen vinos interesantes o no. Yo creo que sí, es el camino a la singularidad, a la expresión máxima de un terruño. Lógicamente tiene su dificultad.
La falta de autocrítica es un problema para cualquiera, independientemente de lo que haga y como lo haga, pero para alguien que elabora el vino prescindiendo de la multitud de ayudas y trucos que hay hoy a su disposición, es un lujo que normalmente no se puede permitir. Autocrítica es mejorar, no es desertar, es aprender. Es evidente que hay decisiones, y esas decisiones se toman a partir de unos conocimientos, de una experiencia. Hay que aprender cada dia, cada añada. Pero lo importante es la voluntad, no hay que desistir a la primera dificultad.
No es buen síntoma que aparezcan aromas de forma repetitiva, es precisamente lo que se critica a «los otros» vinos. En su descargo diré que es peor que aparezcan aromas homogéneos/estándar por una voluntad de obtener un perfil concreto que de forma un tanto espontánea e ingenua buscando hacer algo de la forma más natural posible. Uno actua con dolo y el otro con culpa 😉
Si, me parece que mediante esta forma aparecen vinos interesantes, como se puede leer en los comentarios de los nosecuantos vinos que probé ese día. De todos modos veo margen de mejora. Sobretodo en algunos productores.
Otro aspecto es el autoimponerse ciertas normas aun a riesgo de perder una cosecha. Hablando con François Pinon, me comentaba que en nosequé añada reciente (creo que la 2009) en Vouvray llovió mucho y podían haber perdido todo. Pues bien, al hombre no le gusta tratar, pero allí se juntaron 3 productores de la zona, contrataron un helicoptero y ale, a salvar la cosecha. Lo cual me parece lógico y razonable.
En fin, que yo personalmente no entiendo los ataques que se hacen unos a otros, ni los estériles debates que comentas. Cada uno que elabore como quiera. El consumidor comprará lo que mas le guste.
Saludos
Olaf
Como dije, debemos saber cultivar y elaborar. En ambos casos se interviene sobre la viña y sobre las uvas. Porque deshojar, espergurar, podar, etc es alterar el desarrollo natural de una planta silvestre y trepadora como es la Vitis Vinifera. Pues oigan, no intervengan si no quieren.
Evidentemente, el desarrollar una viticultura sostenible es algo que debería ser obligatorio, si quieren, casi por ley. Pero las necesidades que puedo tener yo seguro que Felix Solís no las tiene, y su modelo es diferente. Comprendo ambos modelos. Luego ya elegiré el vino que compro.
Y en el vino, que salga bueno, sano, guste, se venda, y se cobre :-). A partir de ahí, se abren diferentes mundos enológicos, filosóficos, comerciales, marketinianos y demás.
A la gente se le llena la boca con la palabra pureza, y un vino puro para mi es aquél que me gusta. No me paro a ver analíticas al beber, ni a comprar o dejar de comprar un vino por si es de un tipo o de otro. Al final manda el paladar, el bolsillo…y la etiqueta como expresión de la tipicidad. 🙂
Un saludo
Ciertamente, y desde el punto de vista del mero disfrute, sí es preocupante el que los vinos que siguen pautas de realización bio/naturales/como-se-los-quiera-llamar tengan unas líneas comunes más que perceptibles.
El que me resulten casi iguales un albillo manchego que un chardonnay de Chablis… pueeees… en algún punto nos podemos estar perdiendo y desde luego el que se entonase un complaciente «es lo que hay» pues tampoco nos aportaría nada como bebedores.
Hay vinos, desde luego, que siguiendo pautas de esta guisa resultan absolutamente espléndidos y otros no pasan de mediocres. Como cualquier otro, vaya.
Creo que todavía queda muuuucho camino por recorrer y aprender (y a desaprender). Pueden ser más sanos, desde luego, pero eso no los convierte, en sí mismos, en más ni en menos disfrutables.
Saludos,
Jose
Por lo que apuntas es un problema de muchos productores que deben resolver, por un lado que cada variedad tenga tipicidad y por el otro que no llegue el vino a los consumidores tan oxidado. De otra forma no veo como la gente prefiera los vinos naturales desde el punto de vista hedonista.
Saludos
Si, la fragilidad en el transporte y almacenamiento de estos vinos es un problema serio. En verano mejor no transportarlos en coche. Personalmente, no hago ningun pedido de estos vinos entre marzo y octubre, no sea que el transportista pare a tomarse un bocata y haga sol.
No digo que le echen una carretilla de sulfuroso, pero un poco para estabilizar al embotellar no estaría mal.
Saludos
Olaf
Bueno Olaf, cuando comienzan los calores esteparios por aquí yo no hago ningún pedido ni de estos vinos, ni de ninguno. Ya sea por que a unos les de por fermentaciones y otros por cocerse no me apetecen unos ni otros
Saludos,
Jose
Yo me lo pasé como un enano en estas dos ferias. Y me encantó el ambiente nada encopetado, distentido, simpático y agradable. Los vinos en general de bien a muy bien. Alguno raro, raro como comenta Olaf.
El tema de vinos naturales y/o biodinámicos es un tema peliagudo, especialmente para alguien como yo que no tiene ni idea ni de viticultura, ni de enología ni de vino en general.
Me gustan los vinos buenos, valga la perogrullada, y si es posible, originales. Con estas dos cosas ya me tienen ganado. Si además la elaboración del vino ha sido respetuosa con la tierra, el ambiente y el sentido común pues tienen un puntito más.
Pues la cosa, Aitor, es que lo que dices tiene todo el sentido del mundo y más. Para los bebedores la viticultura, la biodinámica y todas esas zarandajas tienen el mismo sentido que para un conductor normal la junta de culata o el inversor de fluzo.
Lo importante es que el vino guste, que sea original o lo que sea que a cada cual motivo en esto del vino, y el cómo se llega a eso no debiera interferir en ello, de lo cual no se infiere que no sea importante.
Saludos,
Jose
Hoy charlando con un tendero en Berlin, donde a diferencia con la Ruhrgebiet donde suelo habitar, si que se encuentran vinos naturales-biodinamicos… Este tendero tiene unos cuantos en carta (Leon Barral, Folliard, Bonneau, Escoda-Sanahuja, Oliviere Riverie…) y me comenta que con los tintos se siente mas o menos seguro, pero que evita a toda costa los blancos sin sulfuroso, porque si una botella sale rara, el alemán, por lo general no perdona. Así que en general suele evitarlos.
Por ejemplo dice que el chenin blanc de Escoda le parece una pasada, pero que ha abierto unas cuantas botellas que no lo han sido tanto.
Pues eso, como acabo de tener esta conversación, me ha parecido pertinente transmitirla al blog.
Saludos
Olaf
Curioso eso de sentirse más seguro en los tintos que en los blancos. ¿Hay algo racional en ello? 😕
Saludos,
Jose
Olaf, a mi en cambio me suelen decir más los blancos naturales que los tintos. Los tintos naturales se suelen parecer más y los blancos los noto más originales. No se, es mi impresión. Tampoco es que haya probado 200 vinos naturales de cada color.
Pero claro yo hablo desde el punto de vista de un consumidor. Si me sale una botella mala, pues mala suerte.
Jose. Sin tener NPI. Esperemos a que comenten los que saben, creo que los blancos generalmente necesitan más dosis de sulfurosos y en general de tratamientos (naturales o no) estabilizadores. Vamos, que es más fácil hacer tinto que blanco en resumidas (y probablemente erróneas) cuentas.