No quiero añorarte, echarte de menos; palabras que no son iguales. No son lo mismo, porque nada lo es. No quiero imaginarte, pensarte, recordarte… Sin cartas, sin correos, sin mensajes, sin teléfonos, que no son más que decir que estamos lejos sin atrevernos a decirlo. Sin maletas para dos, sin recuerdos para uno.
Unos espárragos verdes, cocinados al vacío apenas la mitad de tiempo que un lomo de salmón. Salmón que habremos marinado durante medio día en sal gorda, azúcar y ralladuras de naranja, limón y lima. Uno sobre los otros y unas gotas de aceite de oliva; sin más. Todo, cocina y sabores sin disfraces. Beberemos juntos un vino brillante y limpio: El Carro. Un vino ligero y fresco como un primer beso en la mañana.
Te quiero siempre real, cerca, al lado. Compartir cada plato y cada copa; cada despertar y quedar dormida. Cada mañana. Cada tarde. Cada noche. Que toda mirada, toda palabra, todo silencio compartido sea la medida de nuestra distancia. Que lo más lejos que estemos sea la más cercana mirada. Tan lejos que nos sintamos respirar; latir, vivir y sentir, que sí es lo mismo. A la distancia de un beso; y que olvidemos el futuro como si nunca hubiera ocurrido. Al lado. Cerca. Real. Siempre.
Nota 1: Gracias a Manoel Foucellas por permitir la utilización de la imagen que ilustra este post y que ilustrara, anteriormente, el post con el mejor banco del mundo en su blog Pantagruel Supongo.
Nota 2: Como la receta está contada un poco de aquella manera, si alguien quiere mejores coordenadas, no tiene más que decirlo.